
Estar a la defensiva es una forma de alerta que nos permite disminuir riesgos. En ciertas circunstancias puede ser útil y necesaria para nuestra seguridad, pero en otras puede ser el desencadenante de una batalla.
Un ejemplo clásico es el marido que le dice a la mujer: “qué guapa estás hoy” y la mujer le contesta “¿quieres decir que nunca estoy guapa?”
Siento este simple comentario, el comienzo de una discusión.
Ante frases y situaciones que son neutrales e incluso positivas, reaccionamos como si fuesen una amenaza y un peligro para nuestra integridad personal. Aunque la otra persona no tenga intención de ofendernos, nosotros atacamos con reproche y sarcasmo.
¿Cuáles son las razones por las que adoptamos una actitud defensiva?
Estar a la defensiva es un mecanismo de protección. La persona prevé un peligro ya que no se ve con recursos personales de afrontamiento. En otras palabras, nos sentimos inseguros.
Casi siempre la actitud defensiva es debida al temor a ser heridos emocionalmente, ya sea porque hemos vivido decepciones o porque la relación con esa persona no ha sido fácil.
El estrés y la ansiedad también son detonantes de esta actitud. Al tener un nivel de actividad alto, estamos más sensibles a cualquier comentario. Además, este nivel de actividad hará que nuestro procesamiento de la información esté distorsionado y veamos amenazas donde sólo hay comentarios neutros.
Existen también personas desconfiadas, incapaces de relajarse que siempre permanecen en la línea de batalla. Éstas, son personas con un tremendo temor al rechazo y muy baja tolerancia a la crítica, por lo que siempre están preparados para el ataque.
Otra de las razones más comunes que lleva a una persona a estar a la defensiva es la existencia de un resentimiento hacia el otro. Es un caso típico de las parejas. Habitualmente, en estos casos, existe un error a la hora de pensar que las relaciones interpersonales son una lucha de poderes, en las que o se gana o se pierde, y no existe posibilidad de consenso.
En el fondo, esta actitud no es más que un sentimiento de vulnerabilidad, o lo que es lo mismo, no nos sentimos ni fuertes ni seguros con nosotros mismos. Por eso nos protegemos, nos defendemos y lo hacemos saber.
¿Cómo nos defendemos?
Al adoptar este rol, todo nuestro cuerpo se pone en alerta, nuestro lenguaje corporal indica que hay tensión y rigidez.
Nuestro lenguaje no verbal se modifica, utilizando un tono más serio, mayor velocidad y gestos faciales de incomodidad y desagrado.
Sin lugar a duda, es una forma de relacionarnos con el mundo que nos trasforma y se hace notar.
Así, lejos de protegernos o sentirnos bien, la actitud defensiva nos pone en tensión y nos deja al descubierto. Mostrando a la otra persona cómo nos sentimos y nuestra falta de recursos personales para enfrentarnos con la situación.
¿Cómo saber si estás a la defensiva?
La persona que adquiere una actitud a la defensiva, no es consciente de que lo está. De hecho, prueba a decírselo y también se lo tomará como una ofensa.
Estos son algunos indicios que te ayudarán a saber si estás asumiendo este tipo de actitud:
- No das tiempo a que la otra persona explique su punto de vista.
- Estás más pendiente de lo que vas a decir que de escuchar al otro.
- Todos los argumentos los tomas en tu contra, de forma personal.
- Evades tu responsabilidad en la situación, justificando con argumentos exagerados.
- Percibes que la otra persona es un enemigo.
- Te escudas en los errores de los demás.
- Usas el sarcasmo y la ironía para hacer daño a la otra persona.
- No pides explicaciones cuando no comprendes lo que el otro quiere decir.
- Te sientes tenso, irritado e irascible.
¿Cómo afrontar las situaciones de otra forma?
Es importante que nos esforcemos y veamos las situaciones externas desde un punto de vista más objetivo. Prueba a verlo como un mero espectador. Analiza el sentido de lo que la otra persona quiere decir. Seguro que hay explicaciones alternativas que sean mucho menos alarmantes que las anteriores.
De esta manera trabajaremos más la reflexión, será más difícil que salte el piloto automático del ataque y nos relacionaremos de un modo mucho más afable con las personas más cercanas, lo que ayudará a restablecer la seguridad en nosotros mismos y nuestro autoconcepto.
Si hacemos un trabajo de autoconocimiento, teniendo claro quiénes somos, qué queremos y cómo vamos a conseguirlo, todo lo que ocurra a nuestro alrededor no nos afectará, ya que no se tratará de un ataque, sino de una opinión diferente a la nuestra.
Si estás adoptando esta actitud, tómalo como una señal para replantearte cómo y porqué has llegado hasta este punto. Estar a la defensiva te limita como persona, hace que pierdas oportunidades y afecta a las personas que están a tu alrededor.
Recuerda siempre esta frase: “quita poder a todo lo que te perturbe, si no existe en tu mente tampoco existirá en tu vida”